Nº 47: Weimar, el espíritu de una época
ISSN: 2007-2791
179 páginas
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Noticia editorial

La palabra alemana Zeitgeist puede traducirse como “espíritu del tiempo”, aunque también como el “espíritu de la época”. Con frecuencia se dice que este término hace referencia al ambiente intelectual y cultural de un determinado momento histórico, pero quizá eso sea poco decir. Más que tratarse de intelectualidad, de lo que se trata es de cierta forma de espiritualidad (Geistigkeit). En efecto, este sintagma refiere más bien al espíritu vivo que impregna una época. Esto se condensa en lo que significó Weimar para la Alemania del periodo de entre guerras.

Como es sabido, la República de Weimar fue un régimen político y un período de la historia de Alemania, cuya duración se prolongó de 1918 a 1933. Fue una época marcada por la guerra, la muerte y el duelo, pero al mismo tiempo —o quizás justo por ello— por una singular vitalidad. Una vitalidad que quedó plasmada en muchas de sus manifestaciones: pintura, literatura, filosofía, etc. Más que un lugar geográfico, Weimar fue un lugar donde se dio cita algo del orden de lo desconocido, y que pasó a formar parte de la vida cotidiana de una manera insoslayable. El espíritu de una época que se extendió por Occidente y aún llega hasta nuestros días.

En su obra Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca, Jean Allouch señaló que apenas se empezaba a ponderar la amplitud de los daños de la Primera Guerra Mundial, y en especial el quiebre que introdujo. En este mismo sentido, podríamos cuestionarnos: ¿se han dimensionado los alcances que tuvo Weimar para el psicoanálisis? Un periodo de mucha actividad espiritual, cultural, intelectual, artística, etc. Resulta imposible pensar que el psicoanálisis fue ajeno a las determinaciones e indeterminaciones de aquellos tiempos. Más aún, el psicoanálisis terminó formando parte esencial de esa vitalidad que, sin contraponerse a la muerte —tarea vana, como bien se sabe— supo hacer algo con ella.

Los artículos aquí reunidos giran en torno al espíritu de la época de Weimar. El psicoanálisis y los efectos políticos, pero también doctrinales, que tuvo la guerra; el arte, con la Neue Sachlichkeit, el expresionismo alemán, Dadá; la política sexual, que se jugó entre reformas y revoluciones; la presencia de lo neutro y lo desconocido, cuya incidencia no fue menor, son algunos de los elementos que se van dando cita en las páginas de este número, ofreciendo las coordenadas que permiten atisbar un lugar.

Por otra parte, los signos de estos tiempos ponen de manifiesto una disputa en los dominios de la erótica, como puede apreciarse en la manera en que Eros irrumpe bajo otros ropajes. La sección “En los dominios de Eros” reúne un par de textos que retratan algo de lo que sucede en la erótica, luego de algunos de los más recientes cambios que ha tenido el dispositivo de sexualidad moderno. Después, la lectura de un cuadro y un exvoto —conjunción de imagen y escritura que se ofrece como promesa o agradecimiento religioso— permite reconocer otra escena que no nos es ajena, la cual, si bien se manifiesta a su vez en el ámbito de la erótica, no lo hace sin remitir a una forma de violencia.

Este número se acompaña de la publicación de Releyendo el pequeño Hans de Darian Leader, incluido en nuestra colección TEXTOS DE me cayó el veinte. Como su nombre lo indica, se trata de una relectura de uno de los casos freudianos más importantes, a la luz de nuevos descubrimientos realizados por el autor, gracias a su acercamiento a los Archivos de Freud. Se trata de una revisión que pone en jaque nuestra comprensión habitual del caso —la cual se ha dado por sentada—, así como algunas de las elaboraciones teóricas que surgieron de Freud y Lacan. 

Finalmente, queremos agradecer a Josefina Stoopen por permitirnos que su obra Mirada sobria (acrílico sobre tela, 100 x 80 cm., 2019) ilustre la portada de este nuevo número.

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