Manuel Hernández García
Esos términos no son tabú. Lo que sería necesario es que los pesquen. Están ahí desde mucho antes de aquella que yo implico al llamarla primera, la primera vez que hablé en Roma; los saqué, a esos tres, después de haber cogitado bastante bien, los saqué muy pronto, mucho antes de haberme metido en mi primer discurso de Roma. Que sean esos redondeles del nudo borromeo, tampoco es con todo una razón para que se regodeen [vous y prendre le pied]. No es eso lo que llamo pensar con los pies. Se trataría que dejen ahí algo muy diferente de un miembro ¿hablo de los analistas? se trataría que ustedes dejen ahí ese objeto insensato que especifiqué como a. Es eso, lo que se atrapa en el atrancamiento del simbólico, del imaginario y del real como nudo. Al atraparlo es justo cuando ustedes pueden responder a lo que es vuestra función: ofrecerlo como causa de su deseo a vuestro analizante. Es eso lo que se trata de conseguir. Pero ahí ustedes meten la pata, tampoco es tan terrible. Lo importante es que los costos de eso corran por vuestra cuenta.
Jacques Lacan, La troisième.
I. Del 2 al 3
“La caída del objeto a”, como expresión, no es tan frecuente en boca de Lacan como se podría creer, dada la importancia que la operación ha cobrado. Las pocas menciones que Lacan hizo de esta expresión no están referidas al final de análisis, sino que ponen en juego cierto estatuto del sujeto como dividido por dos significantes que producen una Spaltung cuyo resto es el objeto a. De hecho, la expresión como tal sólo aparece en tres lecciones del seminario L’objet de la psychanalyse: el 8 de diciembre de 1965, el 15 de diciembre del mismo año y el 25 de mayo de 1966.
Una variante de esta operación fue escrita después con un esquema de Frege:
[…] en la manera que les he ya indicado que se instituye la primera división del sujeto, en la función repetitiva, de lo que se trata es esencialmente de esto, es que el sujeto no se instituye más que representado por un significante para otro significante (S y S1), y que entre los dos, a nivel de la repetición primitiva, es donde se opera esta pérdida, esta función del objeto perdido alrededor de la cual precisamente gira la primera tentativa operatoria del significante, aquella que se instituye en la repetición fundamental
que lo que viene aquí a ocupar el lugar que está dado en la institución del universal afirmativo, a ese factor llamado “argumento” en el enunciado de Frege, para el cual la función predicativa es siempre aceptable, y que en todo caso la función del todo encuentra su asiento, su punto de viraje original y, si puedo decir, el principio mismo donde se instituye su ilusión, en la ubicación del objeto perdido, en la función intermediaria del objeto a, entre el significante original en tanto que él es significante reprimido, y es el significante que lo representa en la substitución que instaura la repetición, ella misma primera.
Otra variante de la operación de caída del objeto a, será escrita más tarde por Lacan con lo que llamó “el discurso del amo”, en donde el objeto a es producido por la articulación significante que divide al sujeto.
S1 -> S2
— —
$ a
No es lo mismo la pérdida que se opera en la repetición primitiva, por la hiancia producida entre dos significantes, que el desecho del objeto a en el fin de análisis.
Así, nos enfrentamos con la sorpresa de que Lacan no utilizó prácticamente nunca la fórmula “caída del objeto a” para el fin de análisis; en cambio, hemos estudiado ya que la expresión que usó abundantemente fue rejet (rechazo) y no chute (caída).
Sin embargo, la expresión ha logrado un asentimiento amplio, ¿tal vez porque da cuenta de lo que efectivamente sucede al final del recorrido analítico? Estaríamos entonces ante una formulación del fin de análisis que se desprende de la enseñanza de Lacan sin haber sido formulada explícitamente por él. ¿Pero hasta qué punto fue así?
En lo que aquí sigue trataremos de desplegar la siguiente tesis: la borromeización del ternario RSI produjo un cambio en el estatuto del objeto a y por lo tanto del sujeto, reintroduciendo una formulación del fin de análisis que prolonga la de 1967 y que al mismo tiempo tiene una innegable novedad.
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¿Cómo no ver que el célebre título “La tercera” se refiere al movimiento con el que Lacan colocó el borromeo en la tercera dimensión, y no sólo a la tercera vez que él habría hablado en Roma? Esta conferencia es anterior en unas cuantas semanas al inicio del seminario RSI, y en ella se trata del lugar del analista como semblant del objeto a, pero también de algo relativo al nudo. Para introducir la cuestión, Lacan localiza de inmediato la función del psicoanalista en relación con el objeto a que, según dice al inicio de la conferencia, escinde [refend] al sujeto:
Pues no hay nada más en el mundo que un objeto a, cagada o mirada, voz o teta, que escinda al sujeto y lo caracterice [le grime] como ese desecho que él, al cuerpo, ex-siste. Para hacer de ello símil [semblant], hay que estar dotado. Es particularmente difícil, es más difícil para una mujer que para un hombre, contrariamente a lo que se dice. Que, dado el caso, la mujer sea el objeto a del hombre, no quiere decir en absoluto que ella, ella tenga un gusto por serlo. Pero en fin, ocurre. Ocurre que ella se asemeje a eso naturalmente. ¡No hay nada que se asemeje más a una cagada de mosca que Anna Freud! ¡Eso debe servirle!
Seamos serios. Regresemos a hacer lo que intento. Me es necesario sostener esta tercera por el real que ella comporta.
Se trata de un momento clave de su recorrido en donde intenta darle un estatuto al real y al objeto a, ¿por qué vías? “Y es únicamente por el psicoanálisis, es en eso que este objeto hace el núcleo elaborable del goce, pero no se sostiene mas que por la existencia del nudo, con tres consistencias de toros, de redondeles de cuerda que lo constituyen.”
Para Lacan se trata de dar cuenta de la relación entre el objeto a, el real y el nudo; y para ello aparece la tercera, ¿la tercera qué? La tercera dimensión, que es la única en la que la cadena borromea puede realmente existir. Lacan reveló claramente su intención, ese día en Roma:
Y entonces eso a lo que yo quería introducirlos hoy, y no hago a final de cuentas desde hace dos horas más que fracasar, más que reptar, es esto: es que la extensión [étendue] que nosotros suponemos que es el espacio, el espacio que nos es común, a saber las tres dimensiones, ¿por qué diablos eso no ha sido jamás abordado por la vía del nudo?
No por casualidad en La tercera Lacan parte de una figuración del borromeo de cuatro consistencias en tres dimensiones…
para luego tratar de localizar el goce fálico en una “puesta en plano del nudo borromeo” en la “intersección” entre simbólico y real, considerando a la figuración de las consistencias como si se tratara de diagramas de Venn; de ahí que hable de “intersecciones”.
Lacan ha ido de una figuración del borromeo en tres dimensiones a una figuración de su puesta en plano. Ambos son dibujos, ambas son figuras, ¿por qué decimos entonces que una corresponde a lo que sucede en tres dimensiones y la otra existe en dos dimensiones?
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En el seminario RSI la operación corre en sentido inverso, el paso es del borromeo en dos dimensiones ?puesto en un plano y escrito sobre una superficie? al borromeo en tres dimensiones sostenido por una esfera armillar. En este seminario Lacan presenta los pasos de esa evolución, un tanto dispersos, pero perfectamente ubicables.
Para ese momento, ya ha trabajado con el borromeo por casi tres años y tiene completamente claro que tres es el número de consistencias mínimo y suficiente para constituir un borromeo. Y antes de dar el paso fundamental, de poner en definitiva al borromeo en tres dimensiones, introduce un borromeo con cuatro consistencias. Así, la secuencia en el seminario sería:
1° Borromeo de tres consistencias en dos dimensiones (puesto en plano).
2° Borromeo de cuatro consistencias (¿en dos o en tres dimensiones?).
3° Borromeo de tres consistencias en tres dimensiones.
Esta serie tiene una razón de ser, y para tratar de explicarla debemos primero presentar el despliegue del paso de dos a tres dimensiones sólo con el borromeo de tres consistencias, Real, Simbólico e Imaginario. Al hacerlo intentamos situar la función del analista como objeto a y a partir de ahí la operación de fin de análisis.
Vayamos por pasos:
1. Esta es la primera presentación del borromeo en el seminario RSI.
Como se puede apreciar, se trata de tres círculos; el de abajo a la derecha es Simbólico (S), arriba al centro Imaginario (I) y abajo a la izquierda Real (R); en la intersección de S-I está el sentido (sens); en la intersección de I-R está el goce del Otro, J(A); en la intersección de R-S está el goce fálico, J(φ), y en la triple intersección de R-S-I, en el centro, se encuentra el objeto a. Ahora bien, bordeando los círculos de R, S, I, salen una suerte de lenguas sombreadas en las que Lacan ubica la inhibición, el síntoma y la angustia. ¿Qué son esas lenguas? Debemos dar algunos pasos antes de responder.
En esta lección de RSI, está problematizando la definición de “punto” en la geometría euclidiana. El punto tiene una dimensión 0, nos dice, mientras que la recta tiene dimensión 1, la superficie dimensión 2 y el volumen dimensión 3. Considera que la geometría euclidiana no define realmente al punto, pues dicha definición está dada por el cruce de dos rectas y, pregunta, ¿qué impide que dos rectas que se crucen se deslicen una sobre otra? Considera que nada lo impide y entonces avanza él mismo su definición de nudo con tres rectas en tres dimensiones.
2. La presentación que hace Lacan de este objeto ya es en tercera dimensión, para apreciarla correctamente sugiero al lector hacer doble click en el icono (las secuencias de video también tienen sonido):
Como se ha podido apreciar, se trata de un objeto que sólo puede existir en 3 dimensiones, pues hay que sobreponer las rectas una sobre otra con una disposición específica, que corresponderá al centro del nudo borromeo. Antes de llegar ahí, son necesarios algunos pasos más.
En la siguiente presentación, Lacan saca ventaja de la anterior. Ahora va a localizar el punto con tres superficies, con tres hojas, como dice él. Esto es importante pues ese punto central “hace la esencia del nudo borromeo”.
3. La introducción de hojas de papel, es decir, de superficies, para detectar el punto central del borromeo, no es ningún capricho de Lacan. Se trata de una condición indispensable para efectuar el paso de la puesta en plano del borromeo al nudo en 3 dimensiones. Presenta una serie de objetos que son de transición para llegar adonde nos interesa. En primer lugar avanza el siguiente dibujo:
Ahí está sugerida la puesta en relación de tres superficies, lo que efectivamente es el caso, como se puede apreciar a continuación en una construcción sencilla, pero muy importante de realizar.
Lacan está construyendo el nudo borromeo con superficies. En particular está tratando de situar la especificidad del punto central del borromeo, ahí donde Real, Simbólico e Imaginario definen el lugar del objeto a. La siguiente presentación de transición es ésta:
Es decir, hemos tomado el dibujo de Lacan como una indicación de armado, y entonces el siguiente paso es darle estatuto de agujero al círculo dibujado por él, algo que él mismo señala:
Esta presentación es incomprensible sin la anterior, y permite dar los dos pasos siguientes en el armado del objeto:
Y todavía un paso más para hacer confluir las presentaciones de Lacan:
4. A partir de que hemos recortado de esta manera las 3 bandas (sugiero que sean de colores diferentes) es posible armar una cadena borromea con ellas. Para hacerlo es necesario abrir el círculo de una, y así poder hacer los pasajes arriba-abajo con las otras dos, para luego pegarla de nuevo. Hay que cuidar que los pasajes arriba-abajo sean como Lacan los presenta en la lección del 21 de enero de 1975 (nota: hemos seguido sus indicaciones de color para los círculos azul y rojo pero cambiando el color blanco por el negro).
Borromeo en 3 dimensiones fabricado con superficies, según el dibujo del 21 de enero de 1975
Vista de las zonas Ics y φ:
Vista de las lenguas symptôme e inhibition:
Una vista en donde se aprecian los agujeros
Los dibujos de Lacan en este seminario, bastante enigmáticos al principio, se aclaran si son tomados como indicaciones de armado de un objeto. Aunque dispersos, todos los pasos necesarios están presentes.
Ahora bien, al armar el objeto hemos podido mostrar que las “lenguas” sobre las que Lacan escribe “síntoma” e “inhibición” en esta presentación, son el resultado de armar el borromeo con superficies, pero en tercera dimensión, es decir, incluyendo un agujero. Ahora se hace manifiesto un problema de escritura. Cuando Lacan presenta la “puesta en plano” del borromeo, puede escribir en todos lados…
O como hace en La troisième:
Es que en la puesta en plano del borromeo, es posible escribir en todos los campos dibujados, pues está en dos dimensiones, es una representación del nudo. En cambio, al haber fabricado el objeto con las superficies en tres dimensiones, de inmediato nos topamos con el Real, pues es posible escribir sobre las lenguas, en tanto superficies, pero es imposible escribir sobre los agujeros. Para escribir algo, es indispensable tener por soporte una superficie. Ahora bien: el nudo, el nudo real, sólo existe en tres dimensiones. Recordemos el objetivo que Lacan tenía en La troisième, es decir, inmediatamente antes de comenzar a dictar RSI: “Me es necesario sostener esta tercera por el real que ella comporta”. Es exactamente lo que produce la fabricación del objeto aquí presentado, pues la tercera dimensión con sus agujeros implica un real: es imposible escribir en todos lados, puesto que existe el agujero. Ahí no hay manera de escribir ni J(φ), ni a, ni ninguna otra cosa.
En un momento algo posterior de su recorrido, Lacan se preguntará qué es un verdadero agujero y qué es un falso agujero. Aquí, en RSI, ya hay un esbozo de esta cuestión, pues ha localizado en el centro del borromeo un punto que es irreductible, lo que él llamó la esencia misma del borromeo.
El paso de dos a tres dimensiones del nudo, al ir de la puesta en plano al objeto real, ha impuesto un límite infranqueable para la escritura y por lo tanto un límite de su función en la práctica analítica. No todo lo que sucede en un psicoanálisis es abordable por la escritura, en el sentido de la letra como estructura localizada del significante.
Si es imposible escribir ahí donde hay agujero, en cambio es posible escribir ahí donde lalengua hace superficie. Con esta constatación, en 1975, ¿no asistimos a un momento de viraje en la práctica del psicoanálisis?
No todo en la práctica analítica depende de la escritura de lalengua, hay algo que va más allá, a saber, el acto. Por eso suscribo la afirmación de que “el acto realiza algo a lo cual el lenguaje no puede de ninguna manera acceder”. La fabricación del nudo real implica una serie de acciones concretas. Quien arma el nudo se tiene que implicar él mismo; ¿cómo?, abriendo la puerta al no-saber en la operación; cortando, contando, pegando, sometiéndose al objeto y, sobre todo… equivocándose. “Meter ahí la pata”, como dice Lacan en La troisième, hablando de Real, Simbólico e Imaginario. Tropezarse con los propios pies es inevitable y no es tan grave, dice, siempre y cuando se cumpla cierta condición…
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II. La esfera
Si ustedes llegan a verdaderamente leer lo que hay en esta puesta en plano del nudo borromeo, pienso que obtendrían [ce serait là dans la main vous toper] algo que puede serles tan útil como la simple distinción del real, del simbólico y del imaginario.
Palabras finales de La troisième.
¿Habremos leído realmente lo que hay en la puesta en plano del nudo borromeo? Esa respuesta le toca darla al lector después de haber intentado él mismo las operaciones aquí propuestas. En cambio, a partir de que hemos franqueado el paso de dos a tres dimensiones, se abren una serie de consecuencias de las que es importante dar cuenta.
¿Por qué es relevante estudiar al borromeo cambiando de dimensión? Una razón está dada por Lacan cuando señala que: “El ser que habla está siempre, en algún lugar, mal situado entre dos y tres di-mensiones”. Ya no parece un despropósito decir que el borromeo es el nudo del ser hablante que oscila entre el dos y el tres.
Las consecuencias del cambio de dimensión van muy lejos.
Es claro que si no hay goce del Otro como tal, es decir, que no hay garante ubicable en el goce del cuerpo del Otro que haga que gozar del Otro exista; aquí es el ejemplo más manifiesto del agujero, de lo que no se soporta más que por el objeto a mismo.
El goce del Otro es un agujero que se sostiene por el objeto a.
Así, en RSI tenemos, por un lado, el goce del Otro que no existe, un agujero cuyo único soporte es el objeto a… momento… ¿un objeto que es el soporte de un agujero? Esta afirmación de Lacan, o es un contrasentido, o amerita un despliegue. Como estamos ya advertidos de que el objeto a y la falta fálica (-φ) tienen alguna relación, optaremos, de nuevo, por intentar aclarar la cuestión a través de cierto recorrido.
El objeto a, decía Lacan en 1967, obtura la hiancia fálica bajo la forma del objeto pregenital. De ahí la importancia de que ese mismo 21 de enero de 1975, Lacan le de al borromeo el soporte de una esfera, pues ese día identifica explícitamente al objeto a con esa estructura topológica.
Al tomar las cosas a partir de mi a minúscula, no es por una conjunción necesaria que encadene el a minúscula con él mismo para hacer bola, por el hecho de que el a minúscula bajo otras formas, excepto que él no tiene forma, pero que es pensable de manera dominante oralmente o también, si puedo decir, cagalmente. El factor común del objeto a minúscula, es estar ligado con los orificios del cuerpo; y ¿cuál es la incidencia del hecho de que ojo y oreja sean orificios tanto sobre el hecho de que la percepción sea para ambos esferoidal?
Un orificio está definido por la falta de una esfera, al menos en cuanto a la mirada y la voz; el seno y las heces presentan menos dificultades para concebirse como esferas. Entonces Lacan va a hacer una presentación del borromeo sostenido por una esfera o asphère, como había dicho en L’étourdit, específicamente en forma de esfera armillar.
¿Qué es una esfera armillar? En el siglo III a. C., además del cálculo del tamaño de la Tierra que le valió la inmortalidad, Eratóstenes halló, con bastante aproximación, la inclinación de la eclíptica respecto al ecuador, e inventó la esfera armillar, o armilar, que es un aparato constituido por varios círculos correspondientes a los de la esfera celeste en cuyo centro se representa la Tierra por una bola.
En el centro de la cuestión está esa bola que es la Tierra para Eratóstenes, y el objeto a en un análisis.
Ahora bien, en el borromeo puesto en plano, Lacan ha puesto al objeto a en el centro, es decir, en donde se intersectan R,S,I…
…mientras que J(A) está en la intersección de Real e Imaginario, sens en la intersección de Simbólico e Imaginario y J(φ) en la intersección de Simbólico y Real. El tratamiento de diagrama de Venn que tiene esta presentación hace que el objeto a “pertenezca” a los tres registros, mientras que los demás campos “pertenecen” sólo a dos.
Como vimos, el paso del borromeo a tres dimensiones hacía imposible escribir en los agujeros, pero sí en las lenguas. La presentación en tres dimensiones del borromeo sostenido por una esfera parece prometer una nueva posibilidad de escribir los campos, pues la esfera es una superficie. ¿Será posible escribir en ella? ¿Si en el centro del borromeo no hay un agujero sino una esfera será posible localizar y escribir al goce del Otro?
No será así; el borromeo sobre una esfera no permite situar en ningún lado al goce del Otro. Es que cuando el borromeo se coloca en ella, todos los espacios localizables son equivalentes al espacio que está en el centro del borromeo puesto en plano, en donde Lacan ubica al objeto a.
Para mostrarlo es necesario armar la esfera armillar borromea. La primera presentación del borromeo en forma de esfera armillar que hizo Lacan fue en la lección del 18 de diciembre de 1974. Aquí no hay esfera, pero un mes después, Lacan indica explícitamente la presencia de esta esfera-objeto a, como ya vimos. La tarea, entonces, es fabricar esa presentación y sus consecuencias. Partamos, pues, de la imagen del 18 de diciembre de 1974:
Para armar este objeto, hace falta una esfera (de unicel, por ejemplo) y cables de colores.
Se unen los lazos, con la condición de respetar los cruces arriba-abajo, tal como los presentó Lacan.
Para finalmente obtener el objeto en cuestión, incluyendo, claro, la esfera. A continuación se podrá observar cómo no hay diferencias en las áreas definidas por las tres consistencias.
Esta presentación permite demostrar la justeza de lo que Lacan afirma al decir que no hay goce del Otro en tanto tal, y que en vez de eso está el objeto a. ¿Pero cómo es posible hablar de un agujero si ahí hay una esfera?
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Que no sea posible escribir el goce del Otro es una constatación cargada de consecuencias. Desde su estudio sobre Schreber en los años cincuenta, Lacan señalaba que no hay nada peor que un padre que profiera la ley por encima de todo. En RSI recuerda que ya se ocupó del padre de Schreber en cierto artículo. Y dado que dice “artículo”, y no “seminario”, aquí sólo puede tratarse, o de Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, o de la introducción que hizo a las Memorias de un neurópata. Exploremos esta segunda posibilidad.
El artículo en cuestión no tiene más de cinco páginas. Sin embargo, Lacan hace en él un recorrido que abarca más de treinta años de su relación con la paranoia, pero no es eso lo que ahora nos interesa, sino qué papel juega Dios en la locura de Schreber.
El elemento que Lacan pone en el centro de la experiencia de Schreber respecto de Dios es el goce:
Cuando nosotros leamos después bajo la pluma de Schreber que es que Dios o el Otro goce de su ser pasivizado [passivé], que él mismo da soporte, en tanto que se ocupa en no dejar que flaquee en él una cogitación articulada, y que basta que él se abandone a no pensar en nada para que Dios, ese Otro hecho de un discurso infinito, se oculte.
Para Schreber sí hay goce del Otro, y él es su soporte, el Otro goza de su ser pasivizado. Es exactamente en eso, por esa persecución, que Schreber delira y está en posición paranoica. Punto por punto es la operación inversa a la que hemos estudiado.
¿Dios gozaba realmente de Schreber?, ¿o gozaba Schreber al ofrecerse como dicho soporte? A menos de codelirar con Schreber, es menester admitir que quien gozaba era él mismo. Sin embargo, no hay que concluir tan rápidamente. Lacan cita este artículo a propósito del padre de Schreber, padre-educador, o mejor dicho padre-torturador de sus hijos. La educación sádica a la que Daniel Gottlob Moritz Schreber sometía a sus hijos, quedó consagrada en su Gimnasia de alcoba, ¿no sería una fuente de goce para él? Cuando Lacan forja la fórmula “goce del Otro”, lo hace con un genitivo objetivo y subjetivo abriendo el espacio para el equívoco: ¿quién goza? Gozaba Schreber y gozaba el padre. Pero toda la cuestión está en hacer una diferencia crucial: el padre de Schreber no es el Otro, sino un individuo puesto en el lugar del Otro. Aunque él gozara, si es que gozaba, no se puede afirmar que gozara el Otro en tanto tal. En función de lo cual se comprende la definición de Lacan de la paranoia: “una definición más precisa de la paranoia como identificando al goce en ese lugar del Otro como tal”.
Durante el seminario siguiente a RSI, Le sinthome, Lacan se ocupó mucho de la distinción topológica entre un falso agujero y uno verdadero. La cuestión es de la mayor importancia, pues aquí se decide la diferencia entre lo que sucedía en 1967 con un sujeto dividido y lo que está ocurriendo en 1976:
Pero esta división del símbolo y del síntoma es, si se puede decir, reflejada en la división del sujeto. Es porque el sujeto es lo que un significante representa respecto de otro significante que nosotros requerimos por su insistencia mostrar que es en el síntoma que uno de esos dos significantes, del Simbólico, toma su soporte. En ese sentido, se puede decir que en la articulación del síntoma con el símbolo, no hay, yo diría, mas que un falso agujero.
La división del sujeto está dada entre el símbolo y el síntoma, pero ahí hay un falso agujero. Este espacio es exactamente el mismo que vimos que Lacan ha ubicado en 1967 con Frege y luego con el discurso del amo (del que habla ese mismo día en Le sinthome), pero ahora esa hiancia, la división, es un falso agujero.
El verdadero agujero está en J(A) cuyo soporte es el objeto a, pues ahora sabemos que se trata del mismo lugar.
¿Pero cómo puede sostener Lacan que el objeto a es el soporte del agujero como tal? Dicho de otra manera, ¿cómo puede haber un agujero ahí donde hay un objeto? En las presentaciones que hicimos se ha visto claramente a la esfer-a ocupar físicamente un lugar en el borromeo, ¿entonces cómo es posible que el objeto a sea el soporte del agujero como tal? Respuesta abrupta: por su caída.
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El borromeo de tres consistencias puede mostrar sus agujeros al caer esa esfera. Puede contenerla (¿qué ha hecho que llegue ahí?), pero puede también dejarla caer, como ocurre en un fin de análisis con el objeto a. Es lo que revela la experiencia del pase y lo que está implicado por las frases de Lacan que elegimos como epígrafe:
Que sean esos redondeles del nudo borromeo, tampoco es con todo una razón para que se regodeen [vous y prendre le pied]. No es eso lo que llamo pensar con los pies. Se trataría que dejen ahí algo muy diferente de un miembro —hablo de los analistas— se trataría que ustedes dejen ahí ese objeto insensato que especifiqué como a. Es eso, lo que se atrapa en el atrancamiento del simbólico, del imaginario y del real como nudo. Al atraparlo es justo cuando ustedes pueden responder a lo que es vuestra función: ofrecerlo como causa de su deseo a vuestro analizante. Es eso lo que se trata de conseguir. Pero ahí ustedes meten la pata, tampoco es tan terrible. Lo importante es que los costos de eso corran por vuestra cuenta.
Vimos que en efecto el borromeo atrapa al objeto a, y es necesario que el analista asuma los gastos que le permiten responder a su función, que es la de ofrecer al objeto a como causa de deseo a su analizante. Pero si ese lugar está ocupado por su propio objeto a ¿por el del analista?, ¿cómo podría cumplir con su función?
Lacan había avanzado ya sobre esta cuestión en su seminario El acto psicoanalítico (precisamente ahí, claro, pues ésta es la condición de posibilidad de ese acto). Veamos este momento con cuidado. Comienza Lacan hablando de aquel, que hacia el final de su análisis, va a pasar a ocupar el lugar de analista: advertido de la suerte que ha corrido quien fue su analista, el pasante sabe adónde irá a parar llegado el momento.
Cuando se pone ahí, después de haber él mismo recorrido el camino psicoanalítico, él sabe ya adónde lo conducirá entonces como psicoanalista el camino a recorrer, al deser del sujeto supuesto saber, a no ser más que el soporte de ese objeto que se llama el objeto a minúscula.
Pero a lo largo del análisis, ¿qué posición guarda? La de actuar con el lenguaje.
¿Qué es lo que nos designa este acto psicoanalítico? […] si algo caracteriza la posición del psicoanalista, es muy precisamente que no actúa mas que en el campo de intervención significante.
Claro, clásicamente es así, el analista sólo opera con el significante, pero hay algo más, heterogéneo al lenguaje; el fin de análisis ha colocado al analista como sujeto dividido, incluso en su acto, y esto le hace posible cierta posición respecto del objeto a…
Pero ¿no es esa también para nosotros la oportunidad de darnos cuenta de que surge de ahí totalmente renovado el estatuto de todo acto? Pues el lugar del acto, cualquiera que sea —y nos toca darnos cuenta muy precisamente de lo que queremos decir cuando hablamos del estatuto del acto, sin incluso poder permitirnos añadir del acto humano— es que si hay algún lugar en donde el psicoanalista no se conoce, y es también el punto donde existe, es en tanto que seguramente él es sujeto dividido, y hasta en su acto, y que el final en donde se lo espera, a saber este objeto a minúscula, en tanto que no es el suyo, sino aquel que, de él como Otro, requiere el psicoanalizante para que con él, sea de él rechazado.
Hay que intentar precisar las sutilezas de la afirmación: primero, el analista es un sujeto dividido; lo es incluso en su acto y en el final al que éste conduce, que es el fin de análisis de su analizante. En ese momento no puede tratarse del objeto a del analista que —como este trabajo intenta situar— ha aparecido como un resto y ha sido tirado, dejando un agujero en su lugar, haciendo del analista un sujeto deseante. En el final es cuestión del objeto a que el analizante requiere del analista como Otro, para que con él —con el objeto a— el analista sea, de él, rechazado.
En las antípodas de la identificación con el analista, que condena al paciente a incorporar de por vida a su psicoanalista, Lacan abre la vía para realizar la castración en otra parte y, a través de ello, el nuevo sujeto se descarga para siempre de quien fue su psicoanalista.
Este es el punto decisivo: en una operación que no puede ser voluntarista, el analista no pondrá en juego su objeto a, cuya condición escapa a cualquier control. Pero si su caída se efectuó, es decir, si es que concluyó su propio análisis en el deser, a través de soltar a su analista a la manera de quien tira un desecho, si esa pérdida de lo que nunca se tuvo se efectuó, entonces ¿qué queda para controlar?
Tirar lo que ya ha caído es el gasto que el analista asume para hacer posible el análisis de alguien más. Lo que se puede constatar en la presentación que hemos realizado: el borromeo a tres está soportado por una esfera, el nudo la puede contener y retener, o tirarla sin mayor dificultad… llegado el momento.
Con esta pérdida, ¿le ha sucedido algo al estatuto del sujeto? ¿No hemos dejado atrás al sujeto dividido y nos encontramos ahora con un sujeto agujereado?
¿Se miden los alcances que tiene la topología borromea en tercera dimensión para localizar las operaciones de destitución subjetiva y del deser?
Fin de la primera parte.
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